jueves, 22 de noviembre de 2012

La leyenda Los Gemelos Traviesos


Pedrito y Juanito eran inseparables, no en vano eran hermanos gemelos y estaban entre los pocos niños de su edad que quedaban en el pueblo. Hacia años que la gente había empezado a migrar a la ciudad y los pocos jóvenes que permanecían en el pueblo lo hacían más por apego a sus mayores que por un deseo real de quedarse. Los padres de Pedro y Juan no eran la excepción, más de una vez se habían planteado hacer las maletas y arriesgarse a empezar una nueva vida en la ciudad, alejados de la monotonía del campo y el pesado trabajo de arar y sembrar los cultivos. Pero la idea de que sus hijos se criaran entre coches, humo y los peligros propios de las grandes urbes les frenaban. Aunque claro, eso también tenía su contra, los niños prácticamente estaban solos y no tenían muchos amigos con los que jugar.
Los gemelos eran conocidos en todo el pueblo por sus travesuras, es normal a esa edad que los niños sean inquietos y más cuando se aburren por no tener amigos con los que correr y jugar, pero los pequeños no paraban con sus pillerías y muchos ancianos del pueblo ya estaban hartos de ellos. Incluso, más de uno le había dado una bofetada a alguno de los gemelos o había ido con el cuento a sus padres o al cura, quienes a su vez ya les habían pegado más de un tirón de orejas. Su curiosidad no tenía límites y aprovechaban cualquier despiste para colarse en la casa de un vecino o espiar por una ventana.
Como en todos los pueblos, en el que residían los niños había un viejo huraño, uno de esos abuelos cascarrabias y con mal carácter al que pocos echan de menos cuando muere. Ese era el caso de don Vicente, que cuando falleció a los 75 años de edad no dejó mas que una sensación de alivio entre sus vecinos. Ya había protagonizado alguna pelea por sus terrenos con familiares y propietarios de las zonas colindantes, así que la noticia de su muerte no tuvo demasiado impacto en el pueblo. Aunque por supuesto llegó a oídos de los gemelos, que no dudaron ni un segundo que tenían que ir a investigar.
Nunca habían visto un muerto y su curiosidad fue tan grande que decidieron colarse en la casa de don Vicente cuando todo el mundo había salido del velatorio. Lo de “todo el mundo” es más un decir que lo que pasó realmente, porque salvo un par de plañideras aficionadas a llorar sin motivo aparente en cada funeral que se celebraba en el pueblo (incluso cuando casi no conocían al fallecido), prácticamente no fue nadie a presentarle sus respetos a don Vicente. Tal era el abandono del cadáver del anciano que incluso faltando pocas horas para su funeral ni siquiera le habían metido dentro de su ataúd y aún descansaba sobre una mesa en mitad del salón de su casa.
Pedrito y Juanito encontraron la casa vacía y las condiciones idóneas para saciar su curiosidad y ver al muerto sin que nadie les moleste. Con una total falta de respeto lo manosearon, le intentaron abrir los ojos y la boca, le movieron los brazos como si fuera una marioneta y le imitaron mientras se reían de él, pero un ruido en la finca les alertó.
Corrieron hacia la salida, pero ya era demasiado tarde y, sin saber dónde ocultarse, se metieron en un pequeño armario que estaba tirado en mitad del suelo del recibidor.
La voz de dos hombres que reconocieron como el cura y un viejo herrero, con el que habían tenido problemas en el pasado, sonó acercándose al armario.
-¿Quién ha dejado esto aquí tirado? No se puede ni pasar al salón, ya me contarás cómo va a pasar la gente a presentar sus respetos a don Vicente- Dijo el cura
-Tampoco creo que fuera a venir nadie, don Vicente se ha labrado a pulso una reputación de maleducado durante años y no creo que le llore nadie en este pueblo.
-No hables así, el hombre ya está esperando el juicio de Dios que es el único que tiene el poder de juzgar sus actos- aseveró el cura.
Ambos trataron de levantar el atáud (los niños, mientras los hombres hablaban, se habían escondido dentro por miedo) y se dieron cuenta de que ya estaba lleno.
-¡Ves! aún quedan buenos samaritanos en el pueblo, alguien nos ha facilitado el trabajo y ha metido a don Vicente en su caja. Llevésmoslo a su descanso eterno.-dijo el cura.
Los niños escuchaban toda la conversación desde el interior del féretro, pero era tanto el miedo que tenían al cura y al herrero que no quisieron revelar que en realidad eran ellos los que estaban dentro y quisieron esperar el momento adecuado para escapar.
Nadie acudió al funeral de don Vicente, por lo que el cura, cansado de cargar con la caja y el supuesto muerto, decidió realizar una versión rápida de la misa y en cinco minutos ya había despachado la situación. Los niños, víctimas del calor y el aburrimiento, empezaban a sentirse muy cansados y casi sin darse cuenta se quedaron dormidos. No pasaron más de cuarenta minutos cuando un ruido en la tapa del ataúd les despertó. Paletadas de tierra caían sobre la caja que ya había sido sellada y ni las patadas ni los gritos de los gemelos parecieron alertar al anciano enterrador que era conocido en el pueblo por su sordera. Los niños quedaron enterrados vivos y nadie parecía haberse dado cuenta…
Los padres de Pedrito y Juanito se sorprendieron cuando estos no llegaron a la hora de la merienda, pero imaginaron que estarían demasido entretenidos jugando o que algún vecino del pueblo les había invitado a comer algo. Lo que ya les alarmó fue que anocheció y llegó la hora de la cena y no aparecían por ninguna parte. Entonces comenzaron a buscarles y preguntaron a todo el que se encontraban por las calles, pero nadie parecía haberles visto en todo el día. Asustados llamaron a la Guardia Civil y una pareja de agentes se acercó a coordinar las labores de búsqueda. La madre recordó la muerte de don Vicente y tuvo la intuición de que los niños probablemente fueran a curiosear, pero allí no encontraron más que el cadáver del anciano sobre la mesa del salón, los vecinos se alarmaron cuando encontraron al muerto aún sin enterrar y rápidamente llamaron al cura.
-¿Cómo que no está enterrado? Yo mismo le llevé al cementerio y tuve que darle una misa a la que ninguno de vosotros fue.
-Eso es imposible, padre, don Vicente aún descansa sobre la mesa de su casa.
-Pero el ataúd estaba lleno cuando lo enterramos, si no fue a él ¿A quién hemos sepultado?
La cara de miedo de la madre se reflejó al instante y, conociendo como conocía a sus hijos, intuyó que ellos eran capaces de haberse metido dentro del ataúd en una de sus travesuras.
Por más prisa que se daban en desenterrar el ataúd, el tiempo parecía eterno para los habitantes del pueblo. Era tradición allí enterrar lo más profundo que era posible los féretros, de esta forma se podían sepultar en una tumba a varios familiares y se evitaban olores que se podían convertir en insoportables al visitar el cementerio en los meses más calurosos. Por este motivo llevó varios minutos remover suficiente tierra como para poder abrir el ataúd.
Lo que encontraron allí dentro fue un espectáculo escalofriante. Los niños habían muerto asfixiados, pero no sin antes luchar por sus vidas intentando escapar. Se habían destrozado las uñas de las manos arañando la madera y sus pequeños cuerpecitos estaba cubiertos de sangre. En plena desesperación habían tratado de romper la caja a golpes y se habían lastimado entre ellos y, probablemente fruto de la misma desesperación, habían acabado peleándose como animales acorralados, de modo que podían verse marcas de mordiscos y arañazos en los cadáveres de los gemelos.

martes, 6 de noviembre de 2012

El "Pequeño Bastardo" el auto maldito.

A los 24 años, James Dean sufrió un terrible accidente que truncó su prolífica vida. Aún tenía mucho para dar. Luego comenzaron a escucharse historias extrañas acerca de los elementos del auto de Dean. 
James había finalizado el rodaje de “Gigante” y tenía libre la jornada siguiente para participar de una competencia automovilística en el aeropuerto de Salinas: por eso, el actor tenía su novísimo Porsche 550 en los talleres de Competición Motors, donde su amigo y mecánico Rolf Wuetherich le daba los últimos ajustes antes de ponerlo en pista por primera vez.















Al principio intentó llevarlo a Salinas sobre un trailer enganchado a su Ford Station Wagon ´55, pero finalmente decidió rodarlo para tener una idea de cómo se comportaba antes de encarar el primer desafío con el 550. Con respecto al nuevo Porsche –apodado “Little Bastard” (pequeño bastardo) por su dueño- sus amigos le habían advertido el peligro que iba a correr de no manejar con prudencia su máquina, lo que constituiría toda una premonición acerca de los acontecimientos del 30 de septiembre.
Acompañado por Wuetherich, el ídolo de los jóvenes comienza su periplo, pero antes se detiene en Blackwells Corner para comprar una Coca-Cola y una manzana.
Reanuda la marcha, y una hora después llegando a la encrucijada de las rutas 41 y 46, cerca de la ciudad de Cholame, James visualiza otro auto que conduce justo por el lado derecho de la encrucijada. “Tiene que detenerse, tiene que vernos” gritó Dean. Pero no fue así­ : Dean choca de costado con un Ford Custom Tudor coupe modelo ´50 manejado por Donald Turnupseed, que venía en la dirección opuesta y al parecer no advirtió la presencia del Porsche plateado en el lado contrario. Rolf sale despedido del coche, se quiebra una pierna, sufre contusiones múltiples y cortes, pero el popular actor muere camino al hospital de Paso Robles.

















Turnupsed sufrió heridas menores y declaró que nunca vio el auto de Dean acercándose al frente, hecho que parece entendible debido al reflejo del atardecer y el color plateado del coche de Dean. Los familiares de Jimmy no presentaron cargos contra el conductor del Ford ´50.
 Pero el asunto no quedó ahí…alrededor de los restos de ese Porsche se han tejido infinidad de historias que encierran una misma pregunta ¿el auto de James Dean tenía una maldición? Aquí­ comienza el misterio. 
La compañía de seguros se hizo del maltrecho Porsche para su venta, pero inmediatamente comenzaron a suceder las tragedias: George Barkuis, el chofer que acarreaba el Spyder en un camión, se mató cuando el Porsche cayó sobre él después de que lo recogiera del lugar del accidente.













Un especialista en el armado de autos para Hollywood llamado George Barris compra el coche en $2,500 dólares. Cuando el coche llega al garage de Barris, se desliza y cae sobre uno de los mecánicos que lo descargaban, quebrándole ambas piernas. Con algo de miedo, Barris comenzó a separar las partes del coche que podrían ser revendidas, ya que estaba ampliamente relacionado dentro del mundo de las carreras, y no le sería difícil hallar un interesado. Los pertrechos del Porsche servirían para montar exposiciones y, por supuesto, cobrar una jugosa entrada para que cualquier terrestre lo pueda apreciar.
Barris había iniciado el desarme del auto, aunque tenía sensaciones extrañas sobre el coche desde la primera vez que lo vio.












Sus sospechas fueron confirmadas en octubre de 1956, cuando la persona que le había comprado el motor del coche de Dean (Troy McHenry, un doctor de Beverly Hills) muere tras usarlo en una carrera por primera vez. Luego, otro de sus clientes -William Eschrid, poseedor de la transmisión de “Little Bastard”- se golpea brutalmente aunque sobrevive para contar como su auto se bloqueó bruscamente.
Las ruedas se las vendió a un joven que una semana más tarde se vio involucrado en un accidente debido a un desperfecto simultáneo en las ruedas que pertenecían al Porsche de Jimmy. Esto no terminó allí. Después de una carrera, un chico intentó robar el volante del Porsche de Barris (que era el de Dean) y se cortó el brazo.
Tratando de desprenderse del maléfico coche, Barris se lo prestó a la Patrulla de Carretera de California para que lo exhibiera y así­ resaltar la importancia de la seguridad y la prudencia en la conducción. Antes de que se lo lleve la patrulla, el garage donde estaba guardado "Little Bastard" se prende fuego y misteriosamente este permanece a salvo mientras el resto de los coches se envuelven entre las llamas.
Cuando el coche fue puesto en exhibición en Sacramento, cayó del stand y le rompió la cadera a un adolescente. Cuando el auto era transportado rumbo a una exposición de seguridad en la ciudad de Salinas, el camión patinó y se accidente. Murió su conductor.
En 1958, Barris prestó la carrocería del Porsche 550 para ser expuesta en una muestra de seguridad vehicular en Miami, Florida. Cuando el objeto fue puesto encima de un camión para ser llevado a Los Ángeles desapareció misteriosamente. Nunca llegó a destino. Desde ese día, el paradero de "Little Bastard” se desconoce por completo.
¿Maldición o destino? La suerte de Wuetherich, el acompañante de Dean, no fue de lo mejor. En 1981, Wuetherich murió en un accidente automovilístico en Alemania, cuando conducía un Honda por una autopista.



La leyenda del Cuadro del Niño Lloron de Bruno Amadio

Bruno Amadio, popularmente conocido como Bragolin, es un pintor español(Aunque muchos creen que Bragolin fue Italiano y que era fasista del regimen de musolini y que los niños que el pintaba eran los niños muertos en la guerra mundial que si mal no recuerdo era la primera guerra mundial ) de fama algo extraña. Nacido en Sevilla, pintó una serie de 27 cuadros llamados "Niños Llorones". La leyenda dice que los niños pintados eran de un orfanato y que murieron en un incendio, por tanto los cuadros están malditos. 
Según la leyenda, este pintor, frustrado por su nula fama como artista, habría hecho un pacto con el Diablo para que sus pinturas fueran bien recibidas por la sociedad. Después de eso, realizó una serie de trabajos en los que destacaba la presencia de niños llorando. Uno de esos cuadros fue realizado a un niño que vivía en un orfanato. Más tarde, el orfanato se incendió con el niño adentro, y desde entonces se ha dicho que ese cuadro en especial adquirió el espíritu del niño.Este fue el cuadro del que mas copias se reprodujeron en España y se distribuyeron al mundo. 
En los 50 se dieron muchos casos de casas incendiadas donde se encontraba una reproducción de dicho cuadro, quemándose todo, incluido cadáveres, y lo curioso de todo esto es que el cuadro permanecía colgado en la pared sin un solo rasguño. Los que investigaron el caso no hallaron una explicación a este fenómeno, solo lo llamaron La maldición del niño llorón. 

Segun como se observe el cuadro se puede ver el rostro de un demonio en el, para ello hay que darle la vuelta 90º en sentido de las agujas del reloj. 
Se dice que al ver el cuadro, uno siente como el niño de ojos llorosos y mirada tierna te sigue con la mirada, se siente un ambiente que te pone los pelos de punta. Mucha gente posee este cuadro, pero dice que solo ataca a aquellos que descubren que el cuadro esta encantado, en la noche se escuchan lamentos lejanos, el niño sale del cuadro sube a tu habitación y te quita la vida, si es que no mueres antes de la impresión al ver su rostro endemoniado. Luego incendia la casa con todos adentro y borra así la evidencia de su crimen. 
Puede que fueran una serie de casualidades. Aunque hay quien dice que más de un par de casualidades se convierte en un fenómeno extraño que no obedece al azar.